La Cámara de Comercio de Bogotá (CCB) eligió a Ovidio Claros como su presidente ejecutivo, tras cerca de ocho meses de estar sonando para el cargo. Este abogado fue elegido por las mayorías en la junta directiva y no por consenso, como había sucedido en anteriores designaciones y como lo reclamó al principio el empresariado. En la votación obtuvo ocho votos a favor, tres en contra y una abstención. La junta está integrada por ocho delegados de los empresarios, que son elegidos por los afiliados cada 4 años, y cuatro del Gobierno Nacional. En esta elección fue clave el voto de Meals, una empresa del grupo Nutresa. (Le recomendamos: Ovidio Claros habla de lo que hará en la Cámara de Comercio, de la junta y sus líos) Claros se ha sabido mover entre la política y la justicia, y su nombre no ha sido ajeno a polémicas en cargos que ha ocupado. Así ocurrió cuando fue contralor de Bogotá, representante a la Cámara por Cambio Radical y magistrado del Consejo Superior de la Judicatura. Incluso, estando en el Congreso perdió su investidura, pero faltando unos pocos meses para terminar el periodo la recuperó. Este bogotano de 66 años no llega ahora a dirigir una entidad estatal, sino una institución del sector privado que representa al poderoso gremio de comerciantes y empresarios de Bogotá, y cuyas opiniones son escuchadas con atención por los gobiernos nacional, departamental y distrital. La CCB es un organismo técnico que promueve la creación de empresas y el desarrollo, y cuenta con amplia tradición. Este 6 de octubre cumple 145 años y, al cierre de 2022, reportaba 498.705 empresas activas. Tiene cerca de 800 empleados, sin sumar los de sus filiales: Corferias, Corparques, Uniempresarial, Certicámara, Corporación Ambiental Empresarial, Invest In Bogotá y Ágora. Su junta directiva ha estado integrada por reconocidos empresarios o personas que representan a reputadas compañías. Antes de Claros en la presidencia ejecutiva estuvieron destacados exministros, altos exfuncionarios reconocidos como técnicos. Es el caso de Mónica de Greiff, María Fernanda Campo y Consuelo Caldas, por recordar algunos nombres. El último que estuvo en el cargo fue Nicolás Uribe, abogado y el exrepresentante a la Cámara que renunció en junio pasado, cuando ya había trascendido el nombre de su reemplazo. El exmagistrado de la Judicatura llegó a la CCB como candidato del presidente Petro, a quien, según el mismo Claros, conoció en el Congreso y con quien coincidió en debates nacionales, como su rechazo a la reelección de Álvaro Uribe. Sin embargo, él y el Presidente tienen orígenes ideológicos diferentes, uno es de derecha y el otro, de izquierda, y si algo los hace coincidir de nuevo es el interés, como se llegó a plantear al principio, de que se aprueben las reformas en un Congreso en el que el Gobierno no tiene una coalición fuerte. Es por eso que el arribo de Ovidio Claros causa expectativa entre el empresariado y en entidades que tienen una relación cercana con la Cámara de Comercio o sus filiales. En esos escenarios tendrá dominio y manejo de cargos directivos, pero luego de que cualquier decisión pase por las respectivas juntas directivas. Él directamente puede decidir sobre nueve vicepresidencias, 10 gerencias y cuatro direcciones sectoriales. Y si realiza cambios en los altos cargos de la CCB, eso es visto en diferentes instancias como algo normal. Un cordial saludo, quiero agradecer a todos mis seguidores por los mensajes de felicitación y buenos deseos por mi elección como “Presidente Ejecutivo de la Cámara de Comercio de Bogotá🙏🩷 pic.twitter.com/LoyERZ8yjS — Ovidio Claros (@Ovidio_Claros_) September 29, 2023 El nombramiento de Claros, según algunos analistas, confirma eso sí el interés del Presidente de acceder a los más poderosos gremios del país, como la Cámara de Comercio de Bogotá. Cabe recordar los intentos que hizo el Gobierno para nombrar a alguien cercano en la Federación de Cafeteros. También, para participar de forma más decidida en las discusiones y decisiones clave que se toman en Bogotá y la región. Pero tal vez lo que más causa preocupación, en especial en la comunidad del arbitraje, es que una de esas vicepresidencias es la del Centro de Arbitraje y Conciliación, que en casi 40 años ha logrado reconocimiento nacional y en el continente. Es un organismo que, si bien está dentro de la Cámara, cuenta con independencia y se financia con sus propios recursos. Una función clave es la conformación de la selecta lista de unos 600 juristas que pueden ser requeridos en tribunales de arbitramento para dirimir los millonarios conflictos entre empresas privadas o entre estas y entidades del Estado. Sin embargo, un efecto que ya tuvo el proceso de elección del presidente es que la lista de árbitros debió ser revisada y actualizada en febrero por la Corte de Arbitramento, órgano rector y disciplinario de los árbitros de la Cámara, previa convocatoria de la junta de la CCB. La revisión debe hacerse cada tres años y aún no se ha cumplido. La preocupación de dicha comunidad también es porque cuando estuvo enredada la elección de Claros, debido a que no reunía los ocho votos necesarios, se llegó a considerar que él fuera nombrado en la vicepresidencia del Centro. No obstante, árbitros consultados por EL TIEMPO aclaran que ante el menor asomo de influencia en el Centro de Arbitraje se puede afectar la imagen de ese organismo de resolución de conflictos y llevar a que los nuevos pleitos terminen siendo de conocimiento de juristas de centros de Medellín, Cali, Barranquilla o internacionales. Por ahora, Claros ha manifestado que si bien habrá cambios en algunos nombres, él no piensa desconocer lo que hay y que viene funcionando. Y, además, como le dijo a este diario, llegó con “la mano tendida” y buscando “generar puentes permanentes” con la junta y con instituciones con las que la Cámara tiene una relación cercana. De hecho, los diferentes actores relacionados con esa entidad consideran que a Claros hay que darle tiempo para que conozca mejor la CCB y que esperan en que se mantengan la institucionalidad y la confianza que han generado estas entidades a lo largo de muchos años. GUILLERMO REINOSO RODRÍGUEZ Editor de Bogotá